Un fabricante de automóviles sufrió un ataque de ransomware que cifró la mayoría de los sistemas y paralizó temporalmente la producción.
El asegurado se puso inmediatamente en contacto con su director de servicios cibernéticos de Beazley, que le ayudó a seleccionar a un asesor experto en privacidad y a expertos forenses para investigar y determinar el alcance del incidente.
El equipo forense digital determinó que el autor de la amenaza no había accedido a ninguna información de identificación personal ni la había filtrado, y el asesor en privacidad concluyó que no había obligaciones de notificación ni de información regulatoria. El cifrado general afectó significativamente a las operaciones de la empresa. A pesar de las soluciones viables de copia de seguridad, la restauración llevó mucho tiempo. Con el inventario agotado y la incapacidad de producir bienes adicionales, el tomador del seguro no pudo satisfacer los pedidos y sufrió importantes pérdidas de ingresos.
Aunque el tomador del seguro no incurrió en gastos de notificación ni pagó la petición de rescate, la complejidad del evento de ransomware hizo que fuera costosa. Los gastos de recuperación de datos y las pérdidas por interrupción de la actividad empresarial hicieron que la póliza pagara el límite completo.